La Oración
Jesús igualmente
que sus discípulos sabían orar. Habían sido instruidos desde pequeños según la costumbre de los judíos, sin embargo, sus discípulos
le piden que les enseñe a orar. La forma como Jesús oraba era diferente
a la manera de los religiosos. Cuando oraba los cielos se abrían,
los espíritus se resistían, milagros sucedían, etc. Era esta la manera como ellos deseaban que fuera su oración. Cuantas veces hemos intentado orar pero nos cansamos,
se vuelve una rutina o solo lo hacemos cuando estamos en algún apuro.
Necesitamos que la oración se convierta en parte de nuestra vida. Anhelemos que la oración sea un deleite,
que nos mantengamos en comunión
con el Padre por medio de ella constantemente.
I. LA IMPORTANCIA DE LA ORACION:
El Señor enseñó con su ejemplo a sus discípulos la importancia que tenía la oración. Después de haber sanado a muchos y a pesar de encontrarse agotado físicamente, solía apartarse y dedicarse a hablar con su Padre (Mt. 14:22,23; Lc. 6:12). Para Jesús era vital mantenerse en comunión con su Padre.
En una ocasión les refirió a sus discípulos el ejemplo de una mujer que persistentemente buscaba a un juez para que le hiciera justicia. Este se negó a atenderla pero al ver la insistencia, finalmente, aquel juez le hizo justicia (Lc.18:1-8). La lección que podemos aprender respecto de nuestra oración es que traigamos delante del Señor nuestras peticiones y El que no es como el hombre, responderá con justicia (Fil. 4:6). Jesús conocía los beneficios de la oración, desde el momento que fue bautizado en agua el cielo mismo se abrió cuando oró (Lc. 3:21). Antes que fuera arrestado por los religiosos, había pasado un tiempo pidiendo misericordia, intercedió para no entrar en tentación (Mt. 26:36-46). El libro de Hebreos narra que en los días de su carne, ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte y fue oído a causa de su temor reverente (He. 5:10).La comunión y respuesta a la oración de Jesús era diferente al tipo de oración que los discípulos estaban acostumbrados. Ellos oraban de una manera rutinaria, tenían su horario establecido, posición corporal, vanas repeticiones, etc. Es por ello que al comparar la oración que ellos realizaban con la oración que disfrutaba el Señor, le pidieron que les enseñara a orar como él oraba.
II. LOS INGREDIENTES DE LA ORACION:
El Señor estaba en contra de quienes oraban para ser vistos (Mt. 6:5) y de quienes oraban con una actitud prepotente (Lc. 18:9-14). El Señor les enseñó a sus discípulos y a nosotros, que la oración debe hacerse porque es un deleite y no por imposición. A continuación los principales elementos que el Señor resaltó al declarar el modelo de oración.
a) Padre Nuestro:
Cuando oramos debemos saber con quien estamos hablando. El Señor dijo que oráramos al Padre (Mt. 6:6; 1 P. 1:17). Esto nos habla de una relación familiar. El como Padre y nosotros como sus hijos. La Palabra nos habla de que quienes creen en el nombre de Jesús, tienen la potestad de ser hechos hijos (Jn. 1:12). Pablo dice que hemos recibido el espíritu de adopción por el cual clamamos Abba Padre –papito- (Ro. 8:15) Como hijos debemos tener confianza de que Él nos esta escuchando. El Padre es misericordioso y todo poderoso. Si venimos como el hijo pródigo, arrepentidos y humildes El está con sus brazos abiertos dispuestos para perdonar y recibirnos (Lc. 15:20-23). El Señor dió el ejemplo de la relación de un hijo y su padre, cuando su hijo le pide pan no le dará una piedra. Si los humanos siendo malos damos buenas dádivas a nuestro hijos, cuánto más nuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan (Mt. 7:7-12).
b) Santificado sea tu nombre:
Este término se utiliza para resaltar la santidad del Padre. Lo que debemos incluir en nuestra oración es un reconocimiento de lo que es Dios. Ninguno que no haya experimentado el perdón de sus pecados podrá expresar su gratitud (Lc. 7:44-47). Ojalá y nosotros reconozcamos a Dios en todo lo que acontece a nuestra vida. Cuantas veces le alabamos por que hemos recibido un favor o beneficio de parte suya. La esposa de Job le incita para que maldiga a Dios por todo lo malo que le había ocurrido. La respuesta de Job fue: ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?. Cuando entendemos que Dios es perfecto, no se equivoca sino que, tiene un propósito para nuestra vida, a pesar de lo difícil del momento podemos exaltar la grandeza de nuestro buen Dios. Job dijo: Jehová dio y Jehová quitó, sea el nombre de Jehová bendito (Job. 1:21). Cuando hablemos con el Señor por medio de la oración, reconozcamos lo que El es y demos gracias por lo que ha hecho (Fil. 4:6; Col. 4:2; 1 Ts. 5:18).
c) Hágase tu voluntad:
Generalmente oramos pidiendo al Señor conceda un favor, pero ¿será esa su voluntad?. Más bien, debemos pedir para que hagamos su voluntad aún cuando no concuerde con nuestros propios planes. El mejor ejemplo es nuestro Señor Jesucristo, estando en el huerto del Getzemaní pide al padre si no hay otra copa para beber. Jesús entendió que debía hacer la voluntad de su Padre y se encamino a cumplirla (Mt.26:42). Oremos para comprender la voluntad de Dios y anhelemos la vida del Espíritu para entender lo que Él está haciendo o quiere de nosotros (Ef. 5:17). Cuantas veces venimos delante del Señor para que él apruebe algo que ya hemos decidido. Debemos venir con nuestra petición y esperar que él la avale o no, entendiendo que si niega algo es porque según su presciencia sabe lo que nos conviene.
d) El pan nuestro dánoslo hoy:
Al orar podemos elevar hasta el trono de gracia nuestras peticiones. Jesús dijo que pidiéramos creyendo y lo recibiríamos (Mt. 21:22); que pidiéramos en nombre suyo (Jn. 14:13) y de acuerdo a su voluntad (1 Jn. 5:14). La Palabra dice que el Padre sabe antes que le pidamos, cuál es nuestra necesidad (Mt. 6:8). Sin embargo, que acercarnos al trono de gracia no sea únicamente para pedir por cosas materiales. Pidamos por que el Señor forme el carácter de su Hijo en nosotros. Ponga hambre y sed por las cosas del Espíritu, abra la Palabra y mente para que la entendamos, etc. (Jer. 33:3). El Señor es el mismo de ayer, hoy y siempre y su brazo no se ha acortado. Es poderoso para obrar (Ef. 3:20,21). Cuando oremos creamos que El está escuchando nuestra petición y que responderá de acuerdo a sus riquezas en gloria.
e) Perdona nuestros pecados:
Este ingrediente se refiere al reconocimiento de que pecamos, desobedecemos o desagradamos a nuestros semejantes y a Dios (He. 12:1). La Palabra dice que el nacido de nuevo ya no anhela practicar el pecado, no puede permanecer en ese estado pues tiene una nueva naturaleza (1 Jn. 3:8). Sin embargo, podemos ser alcanzados por el pecado, es en este caso en donde el Señor nos ofrece abogar en favor nuestro y así alcanzar el perdón (1 Jn. 2:1). Como humanos no podemos decir que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos. El Señor ha dejado al Espíritu Santo para que nos redarguya (Jn. 16:8). Cuando hacemos algo indebido el Espíritu se contrista (Ef. 4:30). Lo que debemos hacer es acudir a la puerta del arrepentimiento y entonces seremos perdonados. El hijo pródigo volvió en si, vio su condición y pidió perdón a Dios, posteriormente se levantó y fue a la casa del padre a pedirle perdón. Este hijo fue perdonado y la muestra fue el haber sido recibido en la casa, vestido de nuevo y participar de la fiesta. De igual manera que el padre está dispuesto a perdonarnos cuando confesamos nuestros pecados y nos apartamos, debemos tener la misma actitud para aquellos que nos ofenden. Debemos estar dispuestos para perdonar. No seamos como aquel hombre que le perdonaron una gran suma pero éste no perdono a un su deudor una cantidad inferior. Al enterarse quien le había perdonado aquella gran cantidad se enfureció y envió a encarcelarle (Mt. 18:23-35). Si nos han perdonado tanto, ¿por qué no perdonar a aquellos que nos ofenden?
f) Líbranos del mal:
A través de la oración podemos pedir el auxilio al Padre para que nos proteja del mal. El Señor entonces levantará un vallado al rededor nuestro que nos protegerá. Pidamos al Señor que guarde todo nuestro ser espíritu, alma y cuerpo (Sal. 5:1-12). La oración es necesaria para estar velando y no entrar en tentación (Mt. 26: 41).
III. ACTITUDES EN LA ORACION
Es necesario aclarar que la actitud del creyente para orar esta ligada a al fervor (Stg. 5: 17) con que se entregue a la oración, esta ligada de acuerdo a la necesidad interior del alma (Stg.5:13), esta ligada al gozo o gratitud del corazón (Fil. 4: 6), a la agonía (Lc. 22: 44) o vida abundante y a la doctrina que viva.
A. Ámbitos para orar:.
1. En secreto (Mt. 6: 6) para tener intimidad y comunión con Dios o para interceder por otros (Fil. 1: 9). Para estar en secreto con Dios, Daniel en su casa, oraba tres veces al día (Dn. 6: 10) Jesús se apartaba a orar en un monte (Mt. 14: 23) iba a los lugares desiertos (Mr. 1: 35, Lc. 5: 16) Pedro subió a la azotea para orar (Hch. 10: 9) en el templo (Mt. 21: 13, Hch. 3:1) en aposentos (Hch. 1: 14) en el lecho (Sal. 6: 6) No existe un patrón a seguir para tener un lugar secreto de oración, el lugar secreto es aquel que escoge el creyente para estar a solas con Dios.
2. En Público, puede ser con acciones de gracias o sanidad, o por todo aquello que el Espíritu Santo indique. Se dice en público cuando dentro de la congregación se ora, o en el lugar que el Espíritu Santo indique fuera del templo (lugar de reunión frecuente del creyente).
B. Postura corporal. Para orar el creyente puede tomar la actitud de:
1. Postrarse (Mr. 14: 35)
2. Arrodillarse (Lc. 22: 41, Hch. 20: 36)
3. Alzando los ojos a lo alto (Jn. 11: 41)
4. Acostado en el lecho (Salmo 6: 6)
5. Levantando las manos (1R. 8: 54)
6. Posturas inusuales como la de Pedro que se hundía en el mar, clama a Jesús y fue salvo. Jesús en la cruz, clamó a su Padre.
7. Inclinar el rostro y cerrar sus ojos
La postura esta de acuerdo a la motivación que el Espíritu Santo haga en el creyente para orar al Padre. No existe una posición dogmática a seguir. Solo se pide reverencia, humillación, tener un corazón contrito.
IV. LA ORACIÓN Y EL TIEMPO
No hay un patrón para la duración de la oración, puede tomarse la libertad de escoger el tiempo que se considere necesario. Jesús oraba toda la noche (Lc. 6:12) como también lo hacía en poco tiempo.
V. PRINCIPIOS DIVINOS PARA ORAR
1. Orar siempre (Lc. 18: 1 Col. 4: 2) Es decir que la comunicación con el Padre es en todo tiempo.
2. Orar sin desmayar (Lc. 18: 1) implica también enfrentar a los enemigos de la oración (el sueño, indolencia, dardos del enemigo, indiferencia)
3. El varón no debe orar con la cabeza cubierta con un velo, sombrero, gorra porque afrenta su cabeza (1 Co. 11: 4)
4. La mujer cuando ora debe cubrirse la cabeza con un velo (1Co. 11: 5) para no afrentar su cabeza.
5. Se ora al Padre (Mt. 6:6)
6. Se pide todo en el nombre de Jesús (Jn. 14: 13,14, Jn. 16: 23)
CONCLUSION:
• La forma como Jesús oraba a su padre y la respuesta a sus peticiones fue lo que motivó a los discípulos a decirle que les enseñara a orar.
• No existe un modelo de oración que debamos repetir como un amuleto, pero si podemos disfrutar de este canal para estar en comunión constante con el Padre.
• La mejor manera de acercarnos por medio de la oración no consiste tanto en lo que digamos como en la actitud con que vengamos. La
Palabra dice: Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra (2 Cr. 7:14).
I. LA IMPORTANCIA DE LA ORACION:
El Señor enseñó con su ejemplo a sus discípulos la importancia que tenía la oración. Después de haber sanado a muchos y a pesar de encontrarse agotado físicamente, solía apartarse y dedicarse a hablar con su Padre (Mt. 14:22,23; Lc. 6:12). Para Jesús era vital mantenerse en comunión con su Padre.
En una ocasión les refirió a sus discípulos el ejemplo de una mujer que persistentemente buscaba a un juez para que le hiciera justicia. Este se negó a atenderla pero al ver la insistencia, finalmente, aquel juez le hizo justicia (Lc.18:1-8). La lección que podemos aprender respecto de nuestra oración es que traigamos delante del Señor nuestras peticiones y El que no es como el hombre, responderá con justicia (Fil. 4:6). Jesús conocía los beneficios de la oración, desde el momento que fue bautizado en agua el cielo mismo se abrió cuando oró (Lc. 3:21). Antes que fuera arrestado por los religiosos, había pasado un tiempo pidiendo misericordia, intercedió para no entrar en tentación (Mt. 26:36-46). El libro de Hebreos narra que en los días de su carne, ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte y fue oído a causa de su temor reverente (He. 5:10).La comunión y respuesta a la oración de Jesús era diferente al tipo de oración que los discípulos estaban acostumbrados. Ellos oraban de una manera rutinaria, tenían su horario establecido, posición corporal, vanas repeticiones, etc. Es por ello que al comparar la oración que ellos realizaban con la oración que disfrutaba el Señor, le pidieron que les enseñara a orar como él oraba.
II. LOS INGREDIENTES DE LA ORACION:
El Señor estaba en contra de quienes oraban para ser vistos (Mt. 6:5) y de quienes oraban con una actitud prepotente (Lc. 18:9-14). El Señor les enseñó a sus discípulos y a nosotros, que la oración debe hacerse porque es un deleite y no por imposición. A continuación los principales elementos que el Señor resaltó al declarar el modelo de oración.
a) Padre Nuestro:
Cuando oramos debemos saber con quien estamos hablando. El Señor dijo que oráramos al Padre (Mt. 6:6; 1 P. 1:17). Esto nos habla de una relación familiar. El como Padre y nosotros como sus hijos. La Palabra nos habla de que quienes creen en el nombre de Jesús, tienen la potestad de ser hechos hijos (Jn. 1:12). Pablo dice que hemos recibido el espíritu de adopción por el cual clamamos Abba Padre –papito- (Ro. 8:15) Como hijos debemos tener confianza de que Él nos esta escuchando. El Padre es misericordioso y todo poderoso. Si venimos como el hijo pródigo, arrepentidos y humildes El está con sus brazos abiertos dispuestos para perdonar y recibirnos (Lc. 15:20-23). El Señor dió el ejemplo de la relación de un hijo y su padre, cuando su hijo le pide pan no le dará una piedra. Si los humanos siendo malos damos buenas dádivas a nuestro hijos, cuánto más nuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan (Mt. 7:7-12).
b) Santificado sea tu nombre:
Este término se utiliza para resaltar la santidad del Padre. Lo que debemos incluir en nuestra oración es un reconocimiento de lo que es Dios. Ninguno que no haya experimentado el perdón de sus pecados podrá expresar su gratitud (Lc. 7:44-47). Ojalá y nosotros reconozcamos a Dios en todo lo que acontece a nuestra vida. Cuantas veces le alabamos por que hemos recibido un favor o beneficio de parte suya. La esposa de Job le incita para que maldiga a Dios por todo lo malo que le había ocurrido. La respuesta de Job fue: ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?. Cuando entendemos que Dios es perfecto, no se equivoca sino que, tiene un propósito para nuestra vida, a pesar de lo difícil del momento podemos exaltar la grandeza de nuestro buen Dios. Job dijo: Jehová dio y Jehová quitó, sea el nombre de Jehová bendito (Job. 1:21). Cuando hablemos con el Señor por medio de la oración, reconozcamos lo que El es y demos gracias por lo que ha hecho (Fil. 4:6; Col. 4:2; 1 Ts. 5:18).
c) Hágase tu voluntad:
Generalmente oramos pidiendo al Señor conceda un favor, pero ¿será esa su voluntad?. Más bien, debemos pedir para que hagamos su voluntad aún cuando no concuerde con nuestros propios planes. El mejor ejemplo es nuestro Señor Jesucristo, estando en el huerto del Getzemaní pide al padre si no hay otra copa para beber. Jesús entendió que debía hacer la voluntad de su Padre y se encamino a cumplirla (Mt.26:42). Oremos para comprender la voluntad de Dios y anhelemos la vida del Espíritu para entender lo que Él está haciendo o quiere de nosotros (Ef. 5:17). Cuantas veces venimos delante del Señor para que él apruebe algo que ya hemos decidido. Debemos venir con nuestra petición y esperar que él la avale o no, entendiendo que si niega algo es porque según su presciencia sabe lo que nos conviene.
d) El pan nuestro dánoslo hoy:
Al orar podemos elevar hasta el trono de gracia nuestras peticiones. Jesús dijo que pidiéramos creyendo y lo recibiríamos (Mt. 21:22); que pidiéramos en nombre suyo (Jn. 14:13) y de acuerdo a su voluntad (1 Jn. 5:14). La Palabra dice que el Padre sabe antes que le pidamos, cuál es nuestra necesidad (Mt. 6:8). Sin embargo, que acercarnos al trono de gracia no sea únicamente para pedir por cosas materiales. Pidamos por que el Señor forme el carácter de su Hijo en nosotros. Ponga hambre y sed por las cosas del Espíritu, abra la Palabra y mente para que la entendamos, etc. (Jer. 33:3). El Señor es el mismo de ayer, hoy y siempre y su brazo no se ha acortado. Es poderoso para obrar (Ef. 3:20,21). Cuando oremos creamos que El está escuchando nuestra petición y que responderá de acuerdo a sus riquezas en gloria.
e) Perdona nuestros pecados:
Este ingrediente se refiere al reconocimiento de que pecamos, desobedecemos o desagradamos a nuestros semejantes y a Dios (He. 12:1). La Palabra dice que el nacido de nuevo ya no anhela practicar el pecado, no puede permanecer en ese estado pues tiene una nueva naturaleza (1 Jn. 3:8). Sin embargo, podemos ser alcanzados por el pecado, es en este caso en donde el Señor nos ofrece abogar en favor nuestro y así alcanzar el perdón (1 Jn. 2:1). Como humanos no podemos decir que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos. El Señor ha dejado al Espíritu Santo para que nos redarguya (Jn. 16:8). Cuando hacemos algo indebido el Espíritu se contrista (Ef. 4:30). Lo que debemos hacer es acudir a la puerta del arrepentimiento y entonces seremos perdonados. El hijo pródigo volvió en si, vio su condición y pidió perdón a Dios, posteriormente se levantó y fue a la casa del padre a pedirle perdón. Este hijo fue perdonado y la muestra fue el haber sido recibido en la casa, vestido de nuevo y participar de la fiesta. De igual manera que el padre está dispuesto a perdonarnos cuando confesamos nuestros pecados y nos apartamos, debemos tener la misma actitud para aquellos que nos ofenden. Debemos estar dispuestos para perdonar. No seamos como aquel hombre que le perdonaron una gran suma pero éste no perdono a un su deudor una cantidad inferior. Al enterarse quien le había perdonado aquella gran cantidad se enfureció y envió a encarcelarle (Mt. 18:23-35). Si nos han perdonado tanto, ¿por qué no perdonar a aquellos que nos ofenden?
f) Líbranos del mal:
A través de la oración podemos pedir el auxilio al Padre para que nos proteja del mal. El Señor entonces levantará un vallado al rededor nuestro que nos protegerá. Pidamos al Señor que guarde todo nuestro ser espíritu, alma y cuerpo (Sal. 5:1-12). La oración es necesaria para estar velando y no entrar en tentación (Mt. 26: 41).
III. ACTITUDES EN LA ORACION
Es necesario aclarar que la actitud del creyente para orar esta ligada a al fervor (Stg. 5: 17) con que se entregue a la oración, esta ligada de acuerdo a la necesidad interior del alma (Stg.5:13), esta ligada al gozo o gratitud del corazón (Fil. 4: 6), a la agonía (Lc. 22: 44) o vida abundante y a la doctrina que viva.
A. Ámbitos para orar:.
1. En secreto (Mt. 6: 6) para tener intimidad y comunión con Dios o para interceder por otros (Fil. 1: 9). Para estar en secreto con Dios, Daniel en su casa, oraba tres veces al día (Dn. 6: 10) Jesús se apartaba a orar en un monte (Mt. 14: 23) iba a los lugares desiertos (Mr. 1: 35, Lc. 5: 16) Pedro subió a la azotea para orar (Hch. 10: 9) en el templo (Mt. 21: 13, Hch. 3:1) en aposentos (Hch. 1: 14) en el lecho (Sal. 6: 6) No existe un patrón a seguir para tener un lugar secreto de oración, el lugar secreto es aquel que escoge el creyente para estar a solas con Dios.
2. En Público, puede ser con acciones de gracias o sanidad, o por todo aquello que el Espíritu Santo indique. Se dice en público cuando dentro de la congregación se ora, o en el lugar que el Espíritu Santo indique fuera del templo (lugar de reunión frecuente del creyente).
B. Postura corporal. Para orar el creyente puede tomar la actitud de:
1. Postrarse (Mr. 14: 35)
2. Arrodillarse (Lc. 22: 41, Hch. 20: 36)
3. Alzando los ojos a lo alto (Jn. 11: 41)
4. Acostado en el lecho (Salmo 6: 6)
5. Levantando las manos (1R. 8: 54)
6. Posturas inusuales como la de Pedro que se hundía en el mar, clama a Jesús y fue salvo. Jesús en la cruz, clamó a su Padre.
7. Inclinar el rostro y cerrar sus ojos
La postura esta de acuerdo a la motivación que el Espíritu Santo haga en el creyente para orar al Padre. No existe una posición dogmática a seguir. Solo se pide reverencia, humillación, tener un corazón contrito.
IV. LA ORACIÓN Y EL TIEMPO
No hay un patrón para la duración de la oración, puede tomarse la libertad de escoger el tiempo que se considere necesario. Jesús oraba toda la noche (Lc. 6:12) como también lo hacía en poco tiempo.
V. PRINCIPIOS DIVINOS PARA ORAR
1. Orar siempre (Lc. 18: 1 Col. 4: 2) Es decir que la comunicación con el Padre es en todo tiempo.
2. Orar sin desmayar (Lc. 18: 1) implica también enfrentar a los enemigos de la oración (el sueño, indolencia, dardos del enemigo, indiferencia)
3. El varón no debe orar con la cabeza cubierta con un velo, sombrero, gorra porque afrenta su cabeza (1 Co. 11: 4)
4. La mujer cuando ora debe cubrirse la cabeza con un velo (1Co. 11: 5) para no afrentar su cabeza.
5. Se ora al Padre (Mt. 6:6)
6. Se pide todo en el nombre de Jesús (Jn. 14: 13,14, Jn. 16: 23)
CONCLUSION:
• La forma como Jesús oraba a su padre y la respuesta a sus peticiones fue lo que motivó a los discípulos a decirle que les enseñara a orar.
• No existe un modelo de oración que debamos repetir como un amuleto, pero si podemos disfrutar de este canal para estar en comunión constante con el Padre.
• La mejor manera de acercarnos por medio de la oración no consiste tanto en lo que digamos como en la actitud con que vengamos. La
Palabra dice: Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra (2 Cr. 7:14).